La mansión de Enrique Nieto fue donada a principios del siglo XX por el gobierno chileno para convertirse en la embajada de Argentina y la residencia de su embajador. Luego de un incendio, el elegante inmueble se reconstruyó y en sus salones se ha consolidado la relación bilateral por más de un siglo. Declarado Monumento Histórico en 2002, se destaca por su estilo clásico francés, fino mobiliario y paisajismo.
Por Cristóbal Jara_Fotos Viviana Peláez
Dos pueblos como el chileno y el argentino tienen vínculos centenarios y una historia común, que se remonta a hitos como la Batalla de Maipú, sostenida entre los ejércitos de ambos países contras las fuerzas realistas. A partir de entonces, ha habido una estrecha relación diplomática. Esta se expresa en suelo chileno en la elegante casa quinta ubicada en avenida Vicuña Mackenna 45, a pasos de Plaza Italia.
Desde comienzos del siglo XX, en este lugar funciona la Residencia Oficial de la Embajada Argentina y, en un comienzo, también operó aquí la embajada. Era una casa que perteneció a la familia Nieto, pero que fue consumida por un incendio en 1943. Desde aquel siniestro hasta la inauguración del nuevo palacio el 25 de mayo de 1959, la Residencia Oficial de la Embajada de Argentina se trasladó al Hotel Carrera, para luego retornar a la reconstruida ex mansión de los Nieto. En la actualidad, contiguo a la Residencia Oficial de la Embajada también se ubica el Consulado Argentino, en el inmueble de Vicuña Mackenna 41, mientras que la Embajada Argentina funciona en un edificio ubicado en el centro.
“El lugar tiene un valor tácito, que habla de la hermandad entre Argentina y Chile luego de los Pactos de Mayo firmados en 1902, tras una serie de desencuentros entre ambos países. Como parte del compromiso de paz, cada gobierno se comprometió a regalar un inmueble para albergar la embajada de cada país, acuerdo que se concretó diez años más tarde cuando el gobierno chileno adquirió la mansión de Enrique Nieto para donarla a los argentinos. Desde este lugar, ambas naciones han ido cimentando una relación bilateral cada vez más estrecha y sólida”, afirma Mario Rojas, socio de Brügmann, empresa de restauración e investigación histórica de patrimonio.
REFINADO CLASICISMO FRANCÉS
Al significado diplomático se suma el valor patrimonial, reconocido con su declaración como Monumento Histórico en 2002. “La ex embajada es un exponente arquitectónico significativo para la ciudad de Santiago, representado en esta vivienda rodeada de un parque que se concibió como un verdadero palacio de la diplomacia, elegante, lujoso y decorativamente muy atractivo”, dice Rojas.
El edificio es obra de los arquitectos Alfredo Johnson y Carlos Feuereisen, pioneros del movimiento moderno en Chile, y construido por la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas. El diseño de este inmueble se alejó de las influencias vanguardistas de la época, para establecer una casona funcional para la diplomacia.
“Johnson y Feuereisen optaron por reinterpretar el refinado clasicismo francés en un edificio de grandes dimensiones, extremadamente lujoso, coherente y con una distribución ceremoniosa que habla de un acabado estudio de la función diplomática que este lugar cumpliría”, señala Fernando Imas, socio de Mario Rojas en la empresa Brügmann.
ARQUITECTURA, MOBILIARIO Y PAISAJISMO
La mansión se emplaza al centro de un terreno de 6.500 m2 y sobresale por un cuidado paisajismo. La fachada poniente destaca por los ventanales de la galería y el jardín de invierno. En tanto, la parte de atrás tiene un parque con palmeras, acacias y coníferas.
En la elegante casona de tres plantas, de estilo neoclásico, destaca la escalinata que baja en dos tramos y que se abre a una galería central con columnas que distribuye los salones y da acceso a la terraza principal.
También impacta por su fino mobiliario y arte decorativo. La ornamentación interior se encargó al artista Manuel Venegas Cifuentes y el mobiliario a Mario Matta Echaurren -hermano del pintor Roberto Matta-, “quien tenía una larga trayectoria e imponía en Chile el concepto moderno de confort en muebles finos, cómodos y alejados de las extravagancias del rococó tan apreciado por los chilenos de ese entonces”, acota Imas. Antigüedades, finas piezas de porcelana, platería, esculturas, tapicerías, lámparas de cristal y obras pictóricas componen la decoración.
En 1999 el edificio fue restaurado, se recuperaron elementos como tapicerías de muebles, cortinajes y obras de arte. Gracias a estas intervenciones, que tuvieron una inversión de US$700.000, se encuentra en un muy buen estado de conservación.
LA ANÉCDOTA DEL CENTENARIO
Entre las historias sabrosas que guarda este palacio de la diplomacia, hay una en particular que data de 1910, cuando Chile celebró el primer Centenario de su independencia. Entonces, cuando la mansión de Vicuña Mackenna 45 aún era propiedad de la familia Nieto, la casa sirvió para alojar a las delegaciones de países centroamericanos que venían a las fiestas. El encargado de protocolo del Ministerio de Relaciones Exteriores de entonces, Carlos Morla Lynch, vivió un complicado momento por un incidente que escapó a todo pronóstico.
“Una madrugada se generó un alboroto porque los delegados intentaban saltar por las ventanas y balcones para pedir ayuda, pues se encontraban hacía horas encerrados adentro del palacio. El personal de servicio se había ido a festejar, llevándose el manojo de llaves que posteriormente perdieron. Sin poder salir, los funcionarios temían no poder cumplir con sus obligaciones y asistencia a las ceremonias para las que habían viajado tantos kilómetros”, recuerda Mario Rojas sobre aquel episodio.
El edificio es obra de los arquitectos Alfredo Johnson y Carlos Feuereisen. Su diseño se alejó de las influencias vanguardistas de la época -mediados del siglo XX- para establecer una casona funcional para la diplomacia.
Edición N°174, Diciembre 2017